2.- YA ES HORA

COMIENZA POR EL PRINCIPIO


Hay una cita de Alicia en el País de las Maravillas, que dice:

Comienza por el principio.
Continúa hasta el final.
Ahí detente.

Al principio nacemos. Sesuda afirmación. Tenemos que repetir para que nos quede muy claro. el problema es que nacemos con pecados que deben ser purificados según muchas religiones y tradiciones. Y luego nos educan nuestros papás con dogmas de fe, retos, advertencias, amenazas de lugares horribles donde vamos a ir a parar con tantito que nos descuidemos hasta en los pensamientos.


Usan el famoso. “¿Lo mereces?”, la archisabida frasecita “¿Ya te lo ganaste? y de ahí nos seguimos con la peorcita, la que nos persigue a lo largo de la existencia: “Deberías”. Con mayúsculas, fanfarrias, redoble de tambores y hasta voz engolada: “Tú Deberiiías” te dicen antes de soltarte un montón de cosas que según la persona a cargo del mandato disfrazado tendrías que haber hecho y que -si eres inteligente- todavía puedes hacer, aunque por poquito y no la libras en el tiempo.

¿Quién no recuerda haber perdido paseos, recibido miradas reprobatorias que son seguidas por todos los presentes, sentido que las orejas le ardían cuando después de haber preguntado tímidamente si ya podías salir a jugar la respuesta fue una de las anteriores?

Parece que a muchos de los mayores les inculcaron que si los pequeños no sufrían, la enseñanza no era adecuada. ¿Recuerdan el dicho “la letra con sangre entra? y los niños recibían tamaños reglazos en la mano por no saber las tablas de multiplicar o atreverse a hablar durante la clase.

¡NI TE ATREVAS!

Así nos educaron a muchos y el ejemplo sigue con la generación siguiente: “Ya deja de moverte”, “no hagas ruido”, “apaga esa tele”, “quita esa música que parece de locos”, “esos muchachiiiitos no pueden ser tus amigos”, “estudia o te mando al mercado a cargar canastas”, “levanta tu ropa o te la tiro”, “arregla tu cuarto en este mismo momento”, “si tienes pensamientos impuros (todo es “impuro”) te vas derechito al infierno”. Y “si no visitas a los abuelitos es que no los quieres y eso es de gente malvada sin sentimientos a la que le va muy mal en la vida”, y “si estás afuera al oscurecer se te aparece el chamuco”.

Y sigue la letanía: “obedece sin rechistar, no seas retobada”. Y en la escuela no se te ocurra pelearte con un compañero que te robó la torta, pues  no te dejan explicarle al maestro el por qué del pleito, porque no tienes derecho de hablar si no te dan permiso y como no te lo dan… Y no se te ocurra reclamarle a tu hermana que se puso la blusa que aun no habías estrenado y la dejó sucia y rota pues te dirán que “no eres compartida” y “tu pobrecita hermana sufre por tus desprecios”.

Luego viene la escuela superior y ya sabemos las torturas de los compañeros. Pensamos que al graduarnos y tener un trabajo terminará el calvario pero sigue lo mismo o más, muchos nos ignoran por ser la nueva, forman sus pandillitas y grupitos a los que, por supuesto, no estamos invitadas. Organizan fiestas, salidas, paseos y nosotros ahí, en el abandono total acompañadas de unas cuantas almas gemelas encontradas por el camino, pero ¿qué crees? están amargadas por lo mismo, el sentimiento de ser dejadas a un lado.

Aquí llegamos a la mera clave del asunto y un gran descubrimiento que nos llevó toda la vida: Nuestra autoestima anda por los suelos. La idea que tenemos de nuestro yo, está más devaluada que nuestro orgullo, no hay confianza, nos sentimos inadecuados, incompetentes, insatisfechos en general y con nuestras relaciones, incapaces de reconocer nuestros logros, de perdonarnos y perdonar a los otros.

¿Y SI CAMBIAMOS?

Tenemos miedo al cambio, recordamos los fracasos y nunca un éxito. Estamos inmersos en la timidez, la mediocridad, la negatividad, creemos que no hay posibilidades de aprender, de mejorar, de elevar la dignidad y merecer respeto y reconocimientos. Nos quedamos inmóviles. Y así seguimos.

Y seguiremos si no damos un primer paso y luego otro y otros más, porque nadie va a venir a rescatarnos, solamente nosotros podemos reescribir el guion de nuestra película y cambiar nuestra vida si no nos gusta, hasta llegar a ser verdaderamente unas reinas.

Así, iniciamos obviamente, por el principio.
Seguimos hasta el final. Comprometidos, porque muchos no se atreven.
Ahí nos detenemos. Disfrutamos del nuevo yo, de las nuevas circunstancias, de la felicidad. Vamos, tú puedes.

* Esta información es parte del libro "Ponte la Corona" de la autora Consuelo Carrillo. Prohibida su reproducción por cualquier medio . Derechos reservados de ley.

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